Luis Velázquez
San
Juan de Ulúa… a la vista
El castillo de San Juan de Ulúa es un ícono
de Veracruz, digamos, y como expresa el anuncio turístico, para el resto del
mundo.
En abril de 1519, el sifilítico Hernán Cortés
ordenó su construcción. El mismito que anduvo paseando entre sus generales a la
Malinche como un instrumento de poder y cuando descubriera que era políglota,
la cobijó en su tálamo, y cuando la usara, la volvió a circular entre la tropa.
Desde entonces, hay un mal karma, mal fario,
mala vibra, en el castillo.
Por ejemplo, en 1838, el ejército francés
ocupó el castillo cuando la “Guerra de los pasteles”.
Después, en 1847, las tropas norteamericanas
se asentaron en su espacio cuando invadieron Veracruz.
Años después, se convirtió en prisión de los
políticos disidentes al gobierno en turno. Y también de líderes sociales. Y,
bueno, hasta de periodistas.
Fray Servando Teresa de Mier, fraile,
sacerdote dominico, escritor, exiliado diez años por el arzobispo Alonso Núñez
de Haro por su sermón guadalupano, inconforme con la formación de un imperio
mexicano encabezado por Agustín de Iturbide, también fue confinado en las
mazmorras de Ulúa llenas de humedad y aislamiento.
También, Benito Juárez, cuando Antonio López
de Santa Anna, nacido en Veracruz, regresa al poder, y destierra a los
liberales, y primero los envía a Xalapa, y luego los traslada a San Juan de
Ulúa, donde Juárez queda preso del 25 de septiembre al 5 de octubre de 1853.
Luego, sería liberado, pero enviado de inmediato al exilio, a Nueva Orleáns,
donde Juárez se gana la vida elaborando cigarros y puros y trabajando de
panadero.
Sin embargo, a fray Melchor de Talamantes fue
peor. Fraile peruano y de ideas liberales, fue acusado por la cúpula
eclesiástica de entonces como un religioso díscolo, insubordinado, escandaloso,
desobediente, loco y conspirador.
Y, por tanto, lo llevaron a juicio. Primero,
lo encerraron en la cárcel de la llamada Santa Inquisición y luego enviado (11
de abril, 1809) al castillo de San Juan de Ulúa, donde murió de fiebre amarilla
el 9 de mayo de 1809.
Y, por supuesto, Jesús Arriaga, el famoso
“Chucho El roto” que igual que Arturo Izquierdo Herbard escapara del palacio
negro de Lecumberri, también se fugara de San Juan de Ulúa.
LA CÁRCEL PARTICULAR DE PORIFIRO DÍAZ
En el porfiriato, el movimiento Lerdista tuvo
auge en Veracruz para destronar a Porfirio Díaz.
Entonces, el viejo dictador oaxaqueño envió
un telegrama (1879) al gobernador Luis Mier y Terán con la siguiente frase
bíblica: “Mátalos en caliente y luego averiguamos”.
Y los sublevados fueron ejecutados, en tanto
a otros seguidores encerraron en San Juan de Ulúa.
En Catemaco, un líder campesino, Hilario C.
Salas, también encabezó una sublevación contra Porfirio Díaz, solidario con
Ricardo Flores Magón, director fundador del periódico Regeneración y líder
fundador del partido Liberal, y a quien Díaz encarcelara 41 ocasiones.
Entonces, Porfirio Díaz también ordenó al
gobernador en turno que los enclaustrara en San Juan de Ulúa en las peores
celdas.
50 líderes y obreros de la huelga de Cananea
fueron internados en San Juan de Ulúa… y condenados a 15 años de cárcel, nomás
para que conocieran el infierno y se aplacaran en su reclamo laboral, todo para
favorecer a la industria norteamericana.
El 10 de enero de 1914, en la noche, los
soldados federales detuvieron al director general de “El dictamen” por haber
publicado una editorial negando a Estados Unidos el derecho internacional que
convocaba para invadir México, y lo encerraron en las celdas más húmedas y
oscuras de Ulúa.
Pero antes, otros reporteros también pasaron
por Ulúa:
Enrique Novoa, en 1906, quien escribiera a su
familia la siguiente carta: “Jamás ha entrado un rayo de luz a San Juan de
Ulúa. En las noches las ratas se pasean por mi cuerpo y les dejo migajas de pan
en el suelo para que se entretengan”.
También, todos enviados por Porfirio Díaz,
Francisco Carrasco, del periódico “El estudiante”.
Victoriano Agüero, de “El tiempo”. Adolfo
Paz, de “El correo del lunes”. José L. Méndez y Daniel Cabrera, de “El hijo del
Ahuizote”. Gabriel Villanueva, de “El ahuizotito”.
Además de una infinidad de reporteros de los
periódicos El siglo nueve, El siglo diez, La Tribuna y El Monitor Republicano.
Filomeno Mata, fundador y dueño del periódico
“El diario del hogar”, el padrino y maestro de Ricardo Flores Magón, estuvo 36
veces en diferentes cárceles del país, entre ellas, San Juan de Ulúa, y fue el
periodista que más años estuvo en el viejo castillo construido por Hernán
Cortés.
El reportero Paulino Núñez, del periódico “El
colmillo político” fue confinado en Ulúa por haber cometido el siguiente
delito: acompañar a los obreros de Río Blanco en su huelga en 1907.
Todos, acusados de ataques al presidente,
injurias a la autoridad y ultraje a la nación… que así llamaban entonces, y
ahora, en el siglo XXI, a las críticas a los políticos encumbrados.
En 1914, el periódico The New York Times
publicó que Porfirio Díaz tenía en Ulúa a 325 presos sin un juicio formal y a
125 con cargos, entre ellos, sedición y ataques “al señor presidente”.
San Juan de Ulúa tiene más fama en el mundo
porque fue la cárcel particular de Porfirio Díaz que por otras razones
históricas.
Pero con todo, el mal karma.
EL MAL FARIO DE SAN JUAN DE ULÚA
El mal fario, claro, también llegó al siglo
pasado.
Por ejemplo, en San Juan de Ulúa, el
presidente más frívolo en la historia del país, José López Portillo, celebró la
IV Reunión de la República, “en la plenitud del pinche poder” cuando todo el
gabinete sabía de su debilidad por Rosa Luz Alegría, a quien ungiera como la
primera mujer en el gobierno federal, secretaria de Turismo.
Y, bueno, el mundo sabe como terminó López
Portillo: viviendo en la llamada “Colina del perro”, con un cheque mensual que
le enviaba Carlos Hank González, uno de los tlatoanis del grupo Atlacomulco.
Peor tantito, según cuenta la reportera
Isaben Arvide en el libro “Mis presidentes”, la última pareja de López
Portillo, la actriz Sasha Montenegro, lo tenía en una silla de ruedas, tiempos
aquellos cuando al expresidente le gana la continencia urinaria y se orinaba en
los calzones y los pantalones y Sasha lo regañaba y hasta lo golpeaba.
Triste final para un expresidente que todo lo
tenía (fuerte, vigoroso, atleta, culto, inteligente, pasado histórico familiar,
buen porte, galán, etcétera) para haberse convertido en uno de los mejores
mandatarios del país.
El mal fario de San Juan de Ulúa. El mal
karma. Los fantasmas del pasado. Sede de las tropas norteamericanas cuando
invadieron Veracruz. Sede del ejército francés. Construido por Hernán Cortés,
el español sifilítico que saqueó la fortuna y la riqueza de México.
EL TERCER INFORME DE J.D. EN SAN JUAN DE ULÚA
En contraparte, está el palacio Legislativo
de Veracruz. La sede de la LXIII Legislatura, con un montón de barbies y
reinis. El centro simbólico de la legalidad en “el estado ideal para soñar”.
Ahí donde se legislan las normas jurídicas que rigen, que habrán de regir, la
vida cotidiana. El ícono del Estado de Derecho.
Ahí, los 73 gobernadores de Veracruz han
rendido sus informes anuales, como lo establece la Constitución local.
El respeto, pues, a las instituciones.
Pero… veracruzanos, sabedlo: el tercer
informe del gobernador de Veracruz se efectuará… en el castillo de San Juan de
Ulúa.
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