Arturo Reyes Isidoro
Las
conferencias de prensa de los lunes
Como que poco a poco se va viendo más la
utilidad informativa de las conferencias de prensa semanales del gobernador
Javier Duarte de Ochoa.
Además de lo que le interesa informar, cada
vez más se abordan temas que antes eran tabú para el Gobierno, con más libertad
y soltura, en un ejercicio necesario, acaso urgente para la salud de la vida
pública del estado y para un mejor entendimiento con los periodistas y con la
sociedad.
Ayer el gobernador respondió preguntas sobre
temas de interés como lo de los migrantes, lo de las observaciones de los
órganos de fiscalización, lo de las denuncias contra empresas constructoras, lo
de la presa en Jalcomulco y la escasez de agua en Xalapa, lo de las polémicas
remodelaciones en el puerto de Veracruz, lo de denuncias contra el delegado de
Migración, lo de una hidroeléctrica en la región de Orizaba, lo de la situación
económica de su gobierno, en fin, y si el hecho de que haya respondido es
destacable, también lo es que no se enojó o mal respondió.
Era una práctica que le hacía falta. A él lo
entrena para enfrentar cada vez mejor a la prensa (desde su perspectiva, claro
está), a la prensa para preguntarle sobre temas que están en la agenda pública,
para informarse e informar, y a la sociedad, a los lectores, a los
televidentes, a los radioescuchas, para saber qué piensa o qué está haciendo o
piensa hacer sobre los problemas que se viven y se padecen a diario.
Aquí he comentado en otras ocasiones que en
la vieja escuela política, la del siglo pasado, era común el dicho de que no
hay escuelas para gobernadores, por lo que estos se forman y aprenden en la
práctica, en el ejercicio de su desempeño, y parece que Duarte ha aprendido ya
bastante.
En retrospectiva, quien sabe quién lo mal
aconsejó en el inicio de su gestión que debía mantenerse distante de la prensa
al grado de llegar a comentar algún día entre sus cercanos que no le interesaba
ser popular, tal vez para marcar una diferencia con su antecesor quien había
usado y abusado de la prensa y del poder y era más popular que la Adelita, pero
se confundió ese deseo con un distanciamiento e incluso hasta con un divorcio
con la prensa.
En esa ruptura nadie ha salido beneficiado. Al
gobierno mediáticamente le fue del carajo e incluso a nivel internacional. A la
prensa ya ni se diga, acaso hasta por descuido oficial perdimos a compañeros
queridos, estimados, entrañables. La sociedad también tuvo su cuota de
sacrificio, sin recibir información suficiente, oportuna, clara, precisa.
La lección ha sido dura, a veces despiadada.
No había necesidad. Para colmo, su aparato de Comunicación Social no lo ayudó.
Cerró puertas, no buscó el diálogo y el posible entendimiento. A la
sensibilidad para tratar de convencer informativamente hablando la sustituyó la
imposición sobre los medios y en el peor de los casos la represión, la
persecución, la agresión. Muchos pagamos por no someternos a ningún dictado.
No creo, estoy seguro, que nunca la prensa ha
querido ni quiere que le vaya mal a Javier Duarte porque entonces le va mal a
Veracruz. Y la mejor forma de ayudarlo es transmitiéndole el sentir de la
población, de sus representados, dándole voz a sus quejas, a sus denuncias, a
sus señalamientos; ayudándole cuando se le señala lo que está mal o se está
haciendo mal y muchas veces no lo sabe porque sus colaboradores se lo ocultan
para no evidenciar su ineficacia, o porque no se atreven a decirle que se ha
equivocado y lo dejan que siga cometiendo errores con el consiguiente coste de
imagen.
Fue sano el cambio en el área de Comunicación
Social. Todavía oportuno. Se siente un mejor clima. Se respira un mejor aire.
Mi impresión es que ha cesado o bajado mucho la tensión entre prensa y
gobierno, lo que tampoco quiere decir que la prensa se haya vuelto complaciente
o que el gobierno ya resolvió todos los problemas. Cada uno hace lo suyo, pero
ya hay puentes informativos sin coacción.
Alberto Silva Ramos y Filiberto Vargas
Rodríguez todavía tienen mucho que hacer, sin duda alguna. Sin embargo,
trabajador por muchos años que fui en el área, no tengo duda que van por buen
camino y que están haciendo lo conducente. Que se sepa, ya no hay llamados de
amago a las redacciones ni guerra sucia contra quienes tienen otro punto de
vista. Hay respeto, que eso y no otra cosa se quiere.
A la larga, Javier Duarte de Ochoa sabrá que
optó por una buena decisión. A mí no me sorprenderá si un buen día se le ve
reunirse con plumas críticas, disidentes, en un diálogo de altura y constructivo,
que no pervierta la relación, enriquecedor para todos. Sería deseable,
necesario para bien de la vida pública de Veracruz.
Paz
recomendaba a los gobernantes leer poesía
A propósito del centenario del nacimiento de
Octavio Paz ayer, La Jornada recordó
que el poeta recomendaba tanto a los presidentes de Estados Unidos y México
(George Bush y Carlos Salinas, respectivamente, en su momento) como a los
especialistas en ciencias políticas, que leyeran poesía, “pues muy pocos hablan
del interior de los hombres”.
En declaraciones a ese diario mexicano, al
recibir la noticia de que le habían otorgado el Premio Nobel de Literatura en 1990, dijo: “El hombre es un
ser más complejo que las formas económicas e intelectuales. Los hombres son
hombres de pasiones; la gente se enamora, se muere, tiene miedo, odio y amigos.
Todo ese mundo de las pasiones aparece en la literatura y, de modo sintético y
puro, en la poesía”.
Pero nuestros prohombres de la política,
tristemente, que se sepa, con muy raras excepciones como por ejemplo Armando
Adriano Fabre, director del Instituto de Pensiones del Estado, no leen ni prosa
ni poesía, acaso sólo alguna nota periodística donde se les critica y, por
supuesto, “Prosa aprisa” (si no me doy champú, quién me lo da).
Pero creo que si como recomendaba Paz
nuestros gobernantes leyeran, en efecto, en especial poesía, serían más
sensibles, entenderían más a sus representados, sus necesidades, e incluso se
entenderían mejor a ellos mismos y a partir de ahí gobernarían mejor. Estaba muy
en lo cierto Paz: los hombres son hombres de pasiones, en especial los
políticos, a quienes la pasión los envuelve y muchas veces, para bien o para
mal, en función de ella toman decisiones.
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