Arturo Reyes Isidoro
La
responsabilidad de Elízabeth
Si realmente dos políticos son amigos amigos,
ellos son Gonzalo Morgado Huesca y Carlos Brito Gómez.
Coincidieron ambos en el gobierno de Rafael
Hernández Ochoa, uno como dirigente estatal del PRI, joven, muy joven entonces,
casi un chamaco, y el otro como poderoso subsecretario de Gobierno, cuando la
Subsecretaría operativamente era mucho más fuerte e importante que la propia
Secretaría de Gobierno (el otro amigo amigo de ellos es Guillermo Héctor Zúñiga
Martínez, a la sazón director general de Educación Popular, el equivalente hoy
a secretario de Educación).
Así se estilaba en aquella época. Eran otros
tiempos en la década de los años 70 del siglo pasado. Por aquel entonces era yo
ya reportero del Diario de Xalapa,
muy joven también, y lo que registré nunca me imaginé que serían lecciones de
política.
No obstante la amistad y compañerismo de
Morgado y de Brito, cuando se acercaba el final de aquel sexenio, Morgado no
dudó en ejecutar políticamente a Fernando López Valenzuela, hijo del ex
gobernador Fernando López Arias, porque siendo dirigente municipal del PRI en
el puerto de Veracruz se fue por la libre y sin consultar ni pedir autorización
“destapó” a Brito y a José Luis Lobato Campos, en aquel tiempo director del
Instituto de Pensiones del Estado, como precandidatos al Gobierno del estado.
Era entonces tal la disciplina priista,
férrea, y se cuidaba que nadie la relajara en aras de mantener la unidad
partidista, que la indisciplina de López Valenzuela escaló primero hasta la
sede del Comité Ejecutivo Nacional del PRI y de ahí pasó a Los Pinos.
Bajo la tutela del periodista Froylán Flores
Cancela, subdirector del Diario e
influyente columnista político de la época, estuve al tanto del caso, que
sucedió de la siguiente manera, aunque Morgado hoy me puede corregir o aclarar
en los detalles.
Al agarrar por sorpresa a todos el destape,
del gobernador Hernández Ochoa para abajo, Morgado reaccionó y decidió que como
dirigente estatal destituiría a Fernando. El gobernador consintió en ello, pero
de todos modos le dijo que consultara con el entonces presidente del Comité
Ejecutivo Nacional, otro veracruzano, Gustavo Carvajal Moreno, quien a su vez
estuvo de acuerdo pero igual pidió esperar en tanto trataba el asunto con el
presidente José López Portillo.
El célebre Jolopo autorizó el cese inmediato,
pero entonces Carvajal quiso ser quien activara la guillotina, para lo cual
convocó a conferencia de prensa y dio la noticia en la Ciudad de México, que
apareció a ocho columnas en la segunda edición de Ultimas Noticias, el periódico vespertino que publicaba en aquel
tiempo el diario Excelsior.
Los actores, Morgado, Brito, Lobato, López
Valenzuela y Gustavo Carvajal, veracruzanos todos, viven todavía para contarlo.
Alguna vez platiqué el hecho con Gonzalo y me
dio sus razones: Como presidente del PRI no podía yo permitir por ningún motivo
que se faltara al respeto político al gobernador, que se pasara sobre mi
dirigencia, porque yo no estaba pintado, que se relajara la disciplina porque
entonces cualquier dirigente municipal podría hacer sus propios destapes, que
se desbordaran los grupos de acuerdo a sus intereses poniendo en riesgo la
unidad, que no se respetaran los estatutos que marcan muy bien los tiempos y
los procedimientos, y que no llegáramos con un candidato de unidad al día de la
convención en que se elegiría a quien sería el sucesor.
(López Valenzuela, ya en el gobierno de
Agustín Acosta Lagunes, se quedó con el discurso hecho como nuevo dirigente
estatal de la CNOP, porque a horas de asumir el cargo lo vetaron en el CEN del
PRI por un problema de despojo de tierras a ejidatarios de Boca del Río.)
El hecho mostró la importancia que del
centro, de la cúpula política del país, le dan al proceso sucesorio
gubernamental de Veracruz, seguramente por su relevancia política, geográfica,
humana y de recursos naturales, tanta como para no permitir que haya
indisciplina, que cada quien quiera hacer lo que desee, que se ponga en riesgo
la unidad y que no se llegue a la convención tricolor con un candidato a
gobernador de unidad.
Se dice que son otros tiempos, que el PRI ha
cambiado, pero se duda que estén dispuestos a permitir que se adelante el
proceso, que no se respeten los estatutos, que se le haga ruido al gobernador
en turno a quien por las reglas políticas no escritas le pertenece todo el
espacio, las luces, los reflectores, los micrófonos, que se designe (mediante
el clásico dedazo, por supuesto) a un candidato de unidad y no lo acuerpen
todos los grupos, aunque, ¿por qué no pensar que, en efecto, ahora el que se
mueve sí sale en la foto? Aunque eso está por verse.
La responsabilidad ahora de cuidar la
disciplina, de mantener la unidad, de poner e imponer orden, de hacer valer los
estatutos del tricolor y de tomar las decisiones que tenga que tomar para que
todo ello sea efectivo, es de Elízabeth Morales García, la dirigente estatal del
PRI. El gobernador no tiene porqué estarse distrayendo de su tarea fundamental
ni exponerse al estar respondiendo sobre el futuro proceso sucesorio, no debe
ni tiene porqué hacerlo, además porque toda su atención debe estar centrada en
gobernar bien, esto es, en dar resultados positivos para los veracruzanos, que
para eso lo eligieron.
Ya habremos de ver el qué de este nuevo
régimen priista sobre la sucesión en el estado. Por lo pronto, nuestros
políticos y gobernantes mejor deben dedicarse y centrarse en resolver los
graves problemas que nos aquejan: inseguridad, pobreza, desempleo, escasez de
recursos…
Ramos
Gurrión y Colosio
“Delegado. Llévame a donde pueda tener
contacto con la gente, donde me pueda acercar a ella, donde pueda conocer lo
que sufren, cómo viven, qué les hace falta. Porque eso es en lo que hemos
fallado, y vengo resuelto a no permitir que nos vuelva a pasar lo mismo, en un
Estado que es orgullo nacional”.
Esto narró el sábado Manuel Ramos Gurrión que
le dijo el entonces candidato Luis Donaldo Colosio, cuando el político sureño
era delegado general del CEN del PRI en Chihuahua para preparar la visita del
sonorense a ese estado. Ramos, quien es hoy asesor de la Secretaría de
Gobierno, participó el sábado en el acto que organizó el PRI en el puerto de
Veracruz para recordar a Colosio.
Debo,
no niego…
Me reía anoche. Por fin me atreví a contestar
una llamada con lada del DF y lo primero que recibí fue un reclamo. Era Roberto
Villarreal, compañero y amigo mío de muchos años, director general de
Información de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión. Me dijo que
había estado tratado de localizarme para hablar conmigo y le tuve que decir la
verdad: es que pensé que era del Banco para cobrarme. Le gustó la columna que
le dediqué al tema de Xóchitl Tress, me comentó; que para eso me buscaba.
¿Quién no ha evadido una llamada cuando sabe o supone que es para que le
cobren? Debo no niego… Pero mejor me rio. Me hace bien.
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