Arturo Reyes Isidoro
El
renuevo, le hace falta, le urge
Lamentablemente, la muerte de Gregorio “Goyo”
Jiménez de la Cruz es irreparable. Su plagio y asesinato es condenable a todas
luces. Esta vez, a diferencia de otros hechos de periodistas victimados en el
estado, las autoridades han resuelto el caso con la detención de la presunta
autora intelectual y de los presuntos autores materiales.
A reserva de conocerse los detalles de la
causa, presuntamente su muerte habría obedecido a un móvil “personal” y ayer la
declaración oficial cuidó de no vincularla a su ejercicio profesional, aunque
creo que directa o indirectamente cualquiera suerte de un periodista está
ligado a su quehacer, porque al señalar, al denunciar, al informar afecta
intereses y muchas veces quedan resentimientos que se resuelven con actos de
venganza. Por ahora sería irresponsable aventurar un juicio concluyente porque
no se conocen detalles.
A las autoridades policíacas estatales,
federales, del Ejército y de la Marina habrá que reconocerles que aunque sin
vida en pocos días hallaron al compañero, pues hay casos de varios
desaparecidos desde hace varios años sin resolverse. A la Procuraduría
corresponderá integrar ahora debidamente el expediente del caso con pruebas
sólidas para evitar la posterior libertad de los ahora presuntos culpables, y
al juez, al Poder Judicial, sentenciar con el mayor rigor a los indiciados si
se les comprueba plenamente su responsabilidad.
En el sistema judicial norteamericano, el
asesinato de un policía se paga normalmente con cadena perpetua o con la pena
de muerte. Cualquiera lo piensa para tocar a un policía con o sin uniforme. En
México y en Veracruz hasta los más rascuaches policías agreden a los
periodistas y no se les castiga y se les deja en la impunidad. Luego entonces,
cualquiera puede agredir o atentar contra un comunicador porque, total, no pasa
nada. Veremos cómo actúan la Procuraduría y el Tribunal Superior de Justicia.
Aparentemente, por ahora, no hay causa
directa atribuible al Gobierno del estado o a cualquiera otra autoridad, pero
es indudable que la responsabilidad les alcanza en algún grado pues son las
garantes de brindar a todo ciudadano seguridad y tranquilidad, o al menos de
crear el clima propicio para gozar de protección en sus vidas y en sus bienes.
La desagradable noticia le dio ayer,
nuevamente, la vuelta al mundo. Lamentablemente Veracruz es referente de
violencia y victimización de la prensa. La imagen negativa impacta al Gobierno
del estado se quiera o no. Aunque ahora hubo resultados, el gobernador Javier
Duarte de Ochoa debiera aprovechar de todos modos la circunstancia para
refrescar su administración, le hace falta, le urge.
Todo gobierno, y más en circunstancias como
las que le han tocado al del cordobés, se desgasta y por eso el relevo de
colaboradores se hace necesario y hasta natural. Lo sucedido en Coatzacoalcos
mostró que algunos colaboradores suyos ya no imponen respeto ni son creíbles.
Como personas pueden ser los mejores (son mis conocidos, mis amigos, mis ex
compañeros), pero como institución ya dieron todo lo que tenían que dar.
De por medio está la imagen, la credibilidad,
la confianza en el Gobierno, en las instituciones… y el juicio sobre el titular
del Ejecutivo. No creo que no haya un solo veracruzano que no quiera que
vivamos en plena armonía. Un paso en firme hacia su logro se daría con una
decisión política: la del renuevo.
¿Qué les pasa a
Eduardo y a Tonatiuh?
A Eduardo Sánchez Macías –y a sus hermanos–
lo conozco desde hace varios años. A base de trabajo y esfuerzos levantaron,
admirablemente, lo que hoy es una consolidada empresa editorial y de ahí él
brincó al terreno de la política, en el
que hoy es diputado local.
Pero al menos en mi caso, que lo vi surgir
desde abajo, no deja de ser lamentable y decepcionante que ahora que el caso
del compañero Gregorio Jiménez de la Cruz lo puso a prueba, se despojó de su
condición de editor periodístico, no se solidarizó (ni sus hermanos) con el
gremio y trató –y dejó la impresión– de justificar la posición oficial en forma
tal que ha quedado en el descrédito.
Ayer, en su calidad de presidente de la
Comisión Legislativa de Atención y Protección a Periodistas, acudió a la sala
de prensa del Congreso para anunciar que Goyo había sido rescatado con vida en
una casa de seguridad. Quería quitarle el golpe al Gobierno del estado, pues ya
antes, en otra declaración, había tratado de minimizar el impacto negativo a la
imagen del estado y gubernamental por el plagio del periodista relegando a
segundo término la suerte del comunicador.
Los hechos ayer lo desmintieron y lo hicieron
quedar mal. Ante el conflicto de intereses, en todo caso mejor hubiera guardado
silencio. Como editor periodístico lo menos que se esperaba de él era
solidaridad si no con el gremio al menos con la familia en desgracia. Se le
olvidó que estamos en la casa del jabonero y Dios quiera que nunca ni él ni sus
hermanos pasen por una situación igual.
Pero lo preocupante es que él ocupa la
presidencia de una comisión legislativa que ha resultado igual de inútil que la
pomposa Comisión Estatal para la Atención y Protección de los Periodistas. No
sirven para nada y están en el descrédito total. ¿A quién protegen? Por su
mismo carácter de titular de la comisión que se supone se creó para atender y
proteger a los que alguna vez fueron sus compañeros de oficio, Eduardo debió
haberse pronunciado y fuerte con la representación y el fuero que tiene
exigiendo la búsqueda de Gregorio, pidiendo que se aclararan los hechos,
demandando que se garantice la protección de todos los periodistas, condenando
el plagio y luego el crimen y, lo menos, expresando todo su respaldo a la
familia que hoy vive el dolor. Ni siquiera fue a Coatzacoalcos a hacer como que
hacía.
Pero si Eduardo me decepciona, igual me entristece
conocer la calidad humana de otro, se supone, periodista que, igual, ostenta
además de una representación popular, legislativa, la de vocero del grupo
priista en el Congreso, Tontiuh Pola Estrada, muchos años reportero y conductor
de noticiero de Telever (Televisa). Ni a nombre de su bancada, ni como
¿representante popular?, ni como ex periodista, tampoco se pronunció en defensa
de la seguridad e integridad del gremio.
A ellos se les olvida que su actual cargo
tiene caducidad: ya sólo les falta menos de tres años para que se queden sin
fuero y sin representación. Si algún amigo o compañero suyos se alegraron y
vieron con esperanza su llegada al Congreso pensando que buscarían mejorar las
condiciones del gremio, incluidas las de seguridad, por sus hechos, ya los han
conocido ahora.
Delegados
dieron oxígeno ayer a Duarte
Cuando más necesitado está de oxígeno, los
delegados federales en el estado encabezados por el del ISSSTE, Gonzalo Morgado
Huesca, le dieron ayer al gobernador Javier Duarte de Ochoa un tanque. Lo
invitaron a un desayuno de trabajo, destacaron el apoyo en inversiones que le
da el Gobierno federal a través de los programas de las delegaciones y al menos
se mostraron agradecidos: le entregaron un testimonio de agradecimiento firmado
por todos, y Morgado no dejó de reconocerle que muchos de ellos están en la
nómina oficial porque él los propuso.
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