Julio
Alonso Iglesias.
El Diccionario de la
Real Academia de la Lengua española define la palabra familia como: Grupo de personas emparentadas
entre sí que viven juntas. Conjunto de ascendientes,
descendientes, colaterales y afines de un linaje. Hijos o
descendencia.
Los apellidos más populares que destacan en
el pueblo Mexicano especialmente la clase popular y clase media son: Martínez,
López, Pérez, Hernández y Sánchez.
Sin embargo los apellidos que destacan en la
política Veracruzana, en todas las elecciones y/o puestos administrativos del
gabinete del gobernador son: Yunes, Alemán, Chedraui, Duarte, Porres y Zúñiga,
entre otros. Y no precisamente por su “inteligencia”, en realidad desde hace
décadas estos puestos son propiedad de familias cacique de la política, que
tienen su “modus vivendi” de vivir y saquear el presupuesto público. Lo que
explica porque la mayoría son levanta-dedos en el congreso y los cabildos, y
carecen de un criterio propio que beneficie al pueblo Veracruzano.
Algunas familias cacique le sacan bastante
bien jugo a su puesto y regalan terrenos comunitarios o públicos a su mamá para
que construya tiendas de autoservicio, otros más finos llegan a formar un
patrimonio ¿?, que les permite tener incluso aerolíneas, adquirir franquicias
de café, ropas y otros negocios de alimentos, construir edificios para adquirir
franquicias de hoteles o hacer centros comerciales.
Es común que un diputado estatal o federal, y sus familiares
sean de los que viven del erario público, y su influencia sea producto de
generaciones de familia enquistadas en el poder.
Por supuesto que no faltan los políticos de
nuevo ingreso que por mérito, raterías o un marcado servilismo político logran
ingresar y ocupar uno que otro puesto importante, esto es, son los que se
pueden catalogar como los adoptados o apadrinados por alguna familia política (es lo que se conoce como los bastardos del
grupo político).
En Veracruz, es frecuente que los políticos
tengan un patrimonio de obtenido de diversa manera; algunos por su trabajo,
otros por herencia y por último los que roban incluso a su propia familia (como
es el célebre caso del expresidente municipal de San André Tuxtla,
Rafael Fararoni, que despojó a sus hermanos, de más de 200 millones de
pesos, dejándolos en la miseria, sin
importarle haber sido paridos por la misma madre y padre).
En un Veracruz quebrado por los dos últimos
gobiernos incluído el actual gobierno de Duarte, el ciudadano normal, para
crear un patrimonio, tiene dos opciones:
La primera: dedicarse a la política y luchar
por una presidencia municipal (se descarta el puesto de síndico municipal, ya
que en la práctica, es para cobrar un buen sueldo y ser el gato que le firma
los documentos al presidente en
turno, y tampoco el de regidor ya que
son puestos para cobrar un sueldo y simular que trabajan), para quedarse con el
diezmo de las obras y hacer otros negocios a su favor. Así como tener la
oportunidad de arrastrarse y lograr la bendición del gobernador en turno para
ocupar una secretaría del gabinete estatal.
La segunda opción es: trabajar para el crimen
organizado.
La reflexión es suya, hasta la próxima.
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