viernes, 14 de febrero de 2014

Expediente 2014



Luis Velázquez
Carta a Héctor Yunes
Senador de la república:
Ha enviado usted un pésame, digamos, al gremio periodístico de Veracruz, por el secuestro, ejecución y sepultura en una fosa clandestina del reportero Gregorio Jiménez de la Cruz.
Y, bueno, quizá pudieran agradecerse los cinco segundos que le habrían llevado firmar el telegramita, que acaso, quizá, otros le habrían redactado porque usted está demasiado ocupado legislando para el país.
En el pésame comparte usted “la tristeza y la indignación” por el asesinato del colega y dice usted que está lleno de “indignación… con anhelo de que nunca más se repitan estos hechos”.
También revela usted que confía “en que se hará justicia”.
Caray, senador, su texto parece el de un político oportunista trepándose como sanguijuela en el dolor de la familia (la esposa, siete hijos y un nieto) del periodista plagiado.
Por lo siguiente: a partir del rapto de Gregorio, usted guardó silencio y esperó hasta el desenlace para expresar, digamos, su “tristeza”.
Y cuando el colega ya estaba asesinado y sepultado en una fosa clandestina su palabra se escuchó.
Así recuerda usted al presidente José López Portillo cuando anunció al mundo que defendería “el peso como un perro”, y entonces, el escritor y maestro, Alejandro Gómez Arias, le contestó en la revista Siempre! del legendario José Pagés Llergo, que en, efecto, defendiera el peso… pero como un presidente.
Es decir, señor senador, desde el primer día, 5 de febrero, 2014, a las 7:15 de la mañana, en que Gregorio fuera secuestrado, y dado a conocer en el transcurso de la mañana, usted, en la más alta tribuna parlamentaria, hubiera levantado su voz de Senador de la República para exigir su pronta aparición.
Todavía más: en la tribuna del Senado usted hubiera pedido la solidaridad del resto de los Senadores para exigir el regreso del periodista a su casa vivo y sano.
Más todavía, senador: desde el Congreso de la Unión todos y cada uno de los días siguientes, usted debió cabildear para que con los gastos pagados por el pueblo, con cargo al impuesto del contribuyente, una comisión de Senadores viajara a Veracruz, mejor dicho, a Coatzacoalcos, en un vuelo directo de la ciudad de México, para expresar su solidaridad con la familia, y desde ahí, reclamar justicia al gobierno de Veracruz.
Pero usted, senador, calló. Guardó silencio. Ahora, ni hablar, tira usted la piedra y esconde la mano. Pretende, incluso, curarse en salud.
Porfis, senador, no sea usted un farsante más. Un demagogo más. Un populista más. Un mesiánico. Falseario.
Le faltaron agallas para enfrentar la realidad.
Peor tantito, camino a la candidatura priista de gobernador en el año 2016, usted cuida su palabra. Pero el pueblo, senador, la gente, los reporteros, la familia de Goyo, advertimos su doble, triple ropaje. Su máscara, pretendió pasarse de vivo…
 “¿TAMBIÉN TÚ, HÉCTOR?”
Lea usted, senador:
Uno: el silencio de los diputados federales de Veracruz.
Do: el silencio de la mayoría de los diputados locales, a excepción, bueno, del cacique magisterial, Juan Nicolás Callejas y Ana Guadalupe Ingram, Lady Barbie, que se tiraron al piso del gobierno de Veracruz con el caso Goyo, y el vasallaje de Eduardo Sánchez Macías, el diputado pluri y magnate periodístico.
Tres: el silencio de los diputados federales y locales de oposición.
Cuatro: el silencio de los partidos políticos.
Cinco: el silencio de la cúpula eclesiástica (un arzobispo y 11 obispos) que, bueno, habló uno de ellos… seis días después del secuestro.
Seis: el silencio de un montón de magnates periodísticos de la prensa escrita, hablada y digital, algunos de los cuales prohibieron a los reporteros marchar en la vía pública.
Siete: el silencio de los líderes sindicales.
Ocho: el silencio de usted, senador, un político joven a quien se le respeta por su inteligencia y talento, y también, porque es un hombre bragado, entrón, bravucón y peleador callejero.
Pero que, bueno, ha decepcionado.
Nueve: me pregunto si habrá otro silencio tan canijo como el de ustedes, como por el ejemplo, el silencio de las cámaras empresariales. El silencio de “Las patronas”. El pinche silencio de la Comisión Estatal de Derechos Humanos. Etecé.
Y así, pobre de los 8 millones de veracruzanos que poco a poco van quedando sin un espacio para expresarse la agonía y el infierno que cada día y cada noche, en cada nuevo amanecer y en cada nuevo anochecer… se padece y sufre.
¿También tú, Héctor?
SENADOR, ACTÚE. OPERE, CABILDEE. PATALEE…
Dice usted, senador, que confía “en que se hará justicia”.
No, senador, evite usted ser un farsante más.
En vez de escribir que “confía en que se hará justicia” arme usted una protesta senatorial, política y mediática para reclamar cada día que pasa justicia.
Su voz al servicio de las causas más nobles y generosas de los pobres, los jodidos y los miserables, “los desheredados de la fortuna” como les llamaba Albert Camus.
Y justicia, senador, por Gregorio Jiménez.
Y justicia por los ocho reporteros y fotógrafos asesinados, más tres desaparecidos, cuyos hechos se mantienen en la impunidad.
Y justicia por tantos y tantos ciudadanos de norte a sur de Veracruz con familiares desaparecidos, secuestrados, asesinados, cercenados, decapitados, sepultados en fosas clandestinas y arrojadas en la vía pública.
Eso de escribir en su pésame que “confía en que se hará justicia” es una vacilada.
Actúe. Opere. Cabildee. Patalee. Declárese en huelga de hambre. Toque la puerta de su amigo, el secretario de Gobernación, Miguel Angel Osorio Chong. Toque la puerta de su amigo, el procurador de Justicia, Jesús Murillo Karam. Pida usted a su amigo, Alfredo del Mazo González, el tío consentido del presidente, hablar de Veracruz con Enrique Peña Nieto. Pida usted al diputado Manlio Fabio Beltrones llevar el asunto de Veracruz a la Cámara Baja.
Solo así, quizá, acaso, una lucecita podrá alumbrar el largo y extenuante túnel de Veracruz.
Un infierno llamado Veracruz…
Un pésame, senador, como el suyo, significa complicidad.
¿A quién pretende usted agarrar de… tonto?
Luis Velázquez

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