Arturo Reyes Isidoro
El PRI
en Veracruz; volver a su esencia
Hace mucho, el PRI en Veracruz dejó de ser un
partido político-político para devenir en una organización pragmática, de mero
compromiso personal o de grupo, dejando atrás su esencia, sus principios, sus
valores, su ideología.
Acaso la pérdida del poder presidencial en
2000 acentuó esa situación, cuando ante el riesgo de que la derecha se
afianzara con el riesgo de perpetuarse en la Presidencia, al priismo no le
quedó de otra más que alcanzar sus fines sin importar los medios.
Los fines eran no desaparecer, como se
vaticinaba entonces que sucedería, y sobrevivir en tanto se rearmaba y se reponía
para intentar recuperar la Presidencia, lo que logró en menos tiempo del que se
esperaba, en mucho gracias a la desastrosa actuación del panismo en el poder.
Sin Presidente de la república, que era el
verdadero líder político de su partido y quien marcaba la línea a seguir, los
poderes locales asumieron ese liderazgo que en lugar de privilegiar la fuerza y
presencia del PRI, asumió la estructura humana para su conveniencia personal
utilizándola y manejándola a su antojo.
En Veracruz se llegó al extremo y se abusó de
esa situación, se actuó más pensando en crear una estructura humana para
perpetuarse en el poder que en abrir el partido no sólo a la experiencia sino a
la pluralidad, a la militancia de años, de carrera, marginando a los viejos
priistas y a los no tan viejos, para favorecer a un grupo de jóvenes
improvisados sin mística partidista.
El PRI en Veracruz hace mucho que se alejó de
su origen, perdió el rumbo y, lo peor, dejó de abanderar las causas populares
que le dieron sustento, de ser combativo, para convertirse en sólo un apéndice
del Gobierno, en una oficina burocrática más.
Una o dos golondrinas no hacen verano. Los
tímidos intentos de crítica y autocrítica, de inconformidad, de defensa de los
intereses de los veracruzanos, de la militancia tricolor, por parte de los
diputados locales Ricardo Ahued Bardahuil y David Velasco Chedraui, no son
suficientes para estimar siquiera que las cosas están cambiando en el PRI
estatal. Sus reacciones obedecen más a sus convicciones personales que a una
mística partidista, que a una línea política, que a un ejemplo y compromiso de
su dirigencia, porque simple y sencillamente no los hay. No hay espejo en qué
verse para imitar.
Volver al PRI comprometido con las causas
populares, que escuche de veras a su militancia, que incluya a todas las
corrientes políticas, que retome y se rodee de la experiencia, que se acerque a
la base, que rompa el cordón umbilical con el Gobierno sin dejar de reconocer
su parentesco, que ejerza la crítica y la autocrítica, que reintegre al
militante que perseguido o menospreciado no tuvo de otra más que refugiarse en
la oposición; volver a su esencia, eso y más son los retos que deberán
enfrentar Elizabeth Morales García y Alfredo Ferrari Saavedra cuando asuman la
dirección de su partido en el estado el próximo jueves 23 en una ceremonia que
tendrá lugar a las 7 de la tarde-noche en un acto programado en el Teatro del
Estado de Xalapa que presidirán el dirigente nacional César Camacho Quiroz y el
gobernador Javier Duarte de Ochoa.
El gobernador Duarte, como jefe político de
su partido en el estado, y el dirigente nacional del priismo, Camacho Quiroz,
representante además de los intereses del presidente Peña Nieto, han negociado
una fórmula que equilibra juventud, vigor y entusiasmo, género, experiencia,
madurez y sensatez. Todo eso representan Elizabeth y Alfredo. Incluso, si se
quiere ir más allá, los intereses del priismo de Xalapa, la capital del estado,
con los de la zona conurbada Veracruz-Boca del Río, las áreas políticas más representativas
de la entidad, de las cuales una y otro provienen.
Un factor que no se debe ni se puede perder
de vista es que esta es la primera dirigencia que se designa (formalmente se va
a “elegir” la noche del día 23, a menos que haya cambio de fecha de última
hora) en Veracruz desde que el PRI retornó a la Presidencia, al poder pleno, y
que tiene todas las características de haber sido negociada, consensuada, entre
los factores de decisión del priismo del altiplano y los del estado, o, al
menos, de haber recibido una propuesta local la aprobación, la bendición del
CEN, y, para decirlo en resumidas cuentas, de haber sido palomeada por el
presidente Peña Nieto.
Por eso resultan sólo caricaturescas las
presuntamente espontáneas muestras de inconformidad de algunos cuantos ante la
asunción de Elizabeth Morales García, y quienes las patrocinan no se exhiben
más que como unos bisoños, pues la llegada de la ex alcaldesa de Xalapa es
claro que no ha sido por mera ocurrencia o por generación espontánea política:
responde a intereses del más alto nivel, con lo que se demuestra que el
viejo-nuevo PRI está de vuelta y que sus mecanismos de decisión están intactos.
Y los aplican de nuevo.
Pero eso mismo implica una grande y grave
responsabilidad tanto para Morales García como para Ferrari Saavedra, pues
deberán poner al PRI de Veracruz al día. Dos años después de haber asumido la
dirigencia nacional del PRI, en 1973, en un memorable acto de análisis de las
campañas de sus candidatos a diputados federales, en Saltillo, Coahuila, don
Jesús Reyes Heroles decía que en una nueva etapa su partido debía mover
conciencias, no ser clientelista, analizar problemas, confrontar puntos de
vista y encontrar soluciones, exigir mucha militancia, autocorregirse, eliminar
los restos de lo que fue y ya no debía ser, no hacer por rutina lo de antes,
proceder, sus responsables, como si fuera su última oportunidad, tener fe,
serenidad, calor humano, frialdad cerebral, desechar los residuos de lo viejo.
“Si el propósito primordial de la actividad política es modificar la realidad…
No es posible tener ideas políticas operantes desconociendo la realidad…”.
A partir del día 23 a ellos corresponderá
que, aunque en este año no hay elecciones en el estado, no haya ningún tiempo
muerto partidista, revisar y reestructurar así como fortalecer toda su
estructura para acometer con éxito la elección federal de 2015 y aceitar la
maquinaria tricolor para el gran compromiso que implica la renovación
gubernamental en 2016. De lo que hagan este año o dejen de hacer dependerá el
éxito o el fracaso.
Pero para nada se debe desestimar el papel
central, clave, decisivo que juega en todo esto el gobernador Javier Duarte de
Ochoa como líder natural de su partido y de su militancia: en la medida en que
logre una gran obra social y material este y los restantes años dará un asidero
a los nuevos dirigentes. Pero si eso es importante, más lo será su visión de
futuro, su madurez, su decisión política para permitir un trabajo partidista
con plena autonomía sin romper el vínculo institucional. Él puede pasar a la
historia como el gran gobernador, joven, que permitió que se hiciera realidad
el nuevo PRI, el que recuperó su esencia en pleno siglo XXI.
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